El pasado viernes tuvo
lugar en la Fundación Paurides González Vidal de Elda una
conferencia a cargo de Solveig Nordström, arqueóloga sueca
nonagenaria que en los años 60 visitó Elda para estudiar el
yacimiento del Monastil.
Fue un auténtico placer escuchar sus vivencias y explicaciones sobre
su actividad científica en este y otros yacimientos del levante
español.
Su exposición humana y
lúcida y el valor de su experiencia y contribución en el ámbito de
la arquelogía me ha llevado a decicarle una entrada en el blog como
ejemplo de una mujer que, pese a dejar una huella importante en el
terreno científico, resulta bastante desconocida para el común de
nuestra ciudadanía.
Solveig Nordstrom es
especialmente conocida por un gesto
valiente que permitió salvar el Tossal de Manises de su
destrucción a causa de la especulación inmobiliaria. Para ello,
denunció semejante atrocidad urbanística y llegó a tenderse ante
las excavadoras con el fin de paralizar dichas obras. Esta decisión,
arriesgada en tiempos de la dictadura franquista por sus posibles
represalias, consiguió evitar la desaparición de los restos de la
ciudad de Lucentum.
Observando hoy a Solveig,
de gestos dulces y próxima a cumplir los 91 años, sorprende
descubrir en ella a la protagonista de una acción poco menos que
temeraria. La explicación que nos dio en la conferencia viene a
mostrar que las situaciones desesperadas exigen reacciones
desesperadas a las que nos lleva la pasión por lo que amamos. Es una
lección de entusiasmo y de coraje por parte de una auténtica maestra,
en el sentido etimológico de la palabra, por parte de alguien que en
tiempos adversos para la reivindicación, más en el caso de una
mujer, luchó por preservar el conocimiento de nuestro pasado, que es
nuestro propio conocimiento. Alguien que regresó el viernes para
contárnoslo por si se nos había olvidado.
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