Desde que se
hizo pública la sentencia que condenaba a los cinco miembros
(¿resultaría violento llamarlos animales?) de la "Manada"
a una pena de 9 años por un delito de abuso sexual continuado y no
por violación, incluso con un voto particular partidario de la
absolución, no lo olvidemos, las redes sociales se incendiaron con
etiquetas como las que nos sirven de título. No hubo consentimiento
pero, en opinión de los magistrados, no se utilizó la violencia
(menos mal).
La indignación
que generó esta sentencia dio paso a una movilización inmediata
incluso más allá de nuestras fronteras y se tradujo en
concentraciones y manifestaciones espontáneas de oposición a lo que
aquella supone: a las ideas sobre las mujeres que albergan una
sociedad y una legislación todavía ancladas en las hondas raíces
del patriarcado.
Desde el ámbito
educativo no fueron pocas las voces que se alzaron contra ella. Es
comprensible. ¿Con qué argumentos íbamos a volver a clase y
convencer(nos) de que el esfuerzo coeducativo que podemos estar
intentando desarrollar vale la pena? ¿Con qué autoridad podríamos
aconsejar como necesaria la denuncia? Sí lo del 016 que sale en los
folletos que repartimos en la tutoría y eso. Ya ves.
Pasadas las
horas, tengo la impresión de que esta sentencia, cuestionada y
recurrida al poco de publicarse ha sido un golpe bajo para nuestro
trabajo y para la percepción de la igualdad y de la violencia sexual
entre las y los más jóvenes. Ojalá sea también una oportunidad de
llamar a la rebeldía y al cuestionamiento crítico de las leyes y la
visión del mundo en las que se apoyan este tipo de decisiones.
Colaboro
desde hace muchos años con Amnistía Internacional. Me gustaría
invitaros a leer la
entrada en su blog que publicó el mismo día 26
(esta vez es de elogiar la reacción inmediata) relativa a la
ausencia de reconocimiento legal de que las relaciones sexuales sin
consentimiento constituyen violación y sus consecuencias. En dicha
entrada podéis acceder también al siguiente vídeo.