Con el paso de las décadas, este símbolo de persecución fue resignificado por el colectivo LGTBIQ+. En lugar de dejar que el triángulo rosa permaneciera como un recordatorio del odio y el dolor, fue reapropiado como un emblema de memoria, resistencia y orgullo. En los años 70 y 80, especialmente durante la lucha contra la homofobia y la crisis del VIH/sida, activistas comenzaron a utilizarlo para visibilizar la discriminación y exigir igualdad de derechos.
Hoy, el triángulo rosa sigue siendo un poderoso símbolo dentro del movimiento por los derechos LGTBIQ+: recuerda la historia de la persecución, honra a las víctimas del pasado y representa la fuerza de una comunidad que transforma el dolor en lucha, la opresión en visibilidad y el silencio en orgullo.
En el siguiente artículo publicado por Amnistía Internacional podéis conocer algo más de este símbolo de vergüenza, hoy reivindicado: